lunes, 23 de febrero de 2015

La voz de las víctimas del muro más largo y minado del mundo


Un segundo puede cambiar el resto de tu vida, puede dejarte sin sueños, sin futuro y sin autonomía. Un segundo puede quitarte o destrozarte lo único que es solo tuyo, tu propio cuerpo


escrito por Patricia PRESENCIO


A unos 60 kilómetros de la wilaya Aaiun está el hospital Centro Mártir El Sheriff, el único centro de mutilados de guerra y minas anti-persona del Sáhara Occidental. Se encuentra cerca de Rabuni, donde se concentran la administración y política de la República Árabe Saharaui Democrática. Allí viven las víctimas del muro de la vergüenza de 2.700 kilómetros que separa el territorio saharaui ocupado por Marruecos y el territorio liberado.

Además de ser el muro más largo del mundo, también es el más minado -se estima que haya entre siete y diez millones de minas anti-personas-, lo que supone que hasta hoy en día sigan existiendo víctimas por la explosión de algunos de estos artefactos. Según afirma la organización Acción contra la Violencia Armada desde 1975 han muerto, nada más y nada menos, que 2.500 personas como víctimas de este tipo de armamentos.

En una visita del grupo de Miradas del Sáhara al Centro Mártir El Sheriff, tras ser recibidos por su director, conocimos a algunas de esas víctimas. Les pusimos voz y cara, conocimos sus historias, sus dolencias y el abandono que sienten. Y en petición a sus deseos, se intentará transmitir de forma lo más fiel, y lo más lejos posible sus nombres, apellidos y su situación y la de su pueblo.


Bachari Said Adaf (58) lleva tumbado en una cama bocabajo más de tres décadas. Hace 34 años -en 1981- estaba cuidando su manada de camellos, era nómada en el desierto, cuando de repente explotó la mina anti-persona que le dejó tretapléjico de cintura para abajo y sin poder mover la columna vertebral. Desde entonces todo cambió para el joven Bachari, a los 24 años se vio obligado a internar en el Centro Mártir El Sheriff, sin poder formar una familia por lo que son sus hermanas o primos los que viven con él en el hospital.

La situación de Bachari es irreparable. Han acudido organizaciones en su ayuda, pero todo ha sido en vano y el diagnostico siempre el mismo: no tiene recuperación, ni en el Sahara ni fuera. Bachari quiso hacer hincapié en la ayuda que reciben del pueblo vasco, y nos puso -a mi al menos- la piel de gallina al confesarnos que él sabe que esta colaboración especial de Euskal Herria es porque son dos pueblos muy cercanos y en sus propias palabras: luchan por un mismo reto.

Bachari Said Adaf, en la posición en la que lleva desde 1981 cuando le explotó una mina anti-persona.


Said Mohamed Fadel (62), permanece postrado en la cama desde 1982. Said era militar, y con 28 años mientras iba conduciendo un camión cerca del muro, éste pisó una mina anti-carro y la explosión le causó una grave fractura en la columna vertebral. Con 66 años, Said, solo puede mover la mano derecha -y a duras penas- y un poco el cuello, pero a la hora de hablar es sereno, como si su cabeza conservara todos aquellos recuerdos, y la pérdida de sus compañeros en el accidente que le cambió la vida.

Al igual que Bachari, Said era joven cuando se convirtió en víctima de mina, por eso es su familia, hermanas y primos los que viven con él. Una mina destrozó el sueño de Said de formar una familia y vivir con niños y niñas correteando por su hogar. Su hogar, desde 1982 es el hospital en el que vive al no poder hacer nada por si mismo.


Said Mohamed Fadel, militar herido por mina en 1982


Mohamed Salem Lachgar, la víctima más recientes de las que se hospedaban durante la visita en el hospital. Mohamed se dedicaba a repartir víveres por los territorios liberados del Sahara Occidental, fue en el año 2006, en un trayecto habitual de trabajo, cuando su coche pasó por encima de una mina anticarro. Mohamed perdió las dos piernas y se vio obligado a cambiar su modo de vida.

Mohamed no se encontraba en los alrededores del muro de la vergüenza, si no que fue una mina arrastrada por la lluvia y el viento con la que se topó. Hace casi nueve años fue Mohamed, mañana será otro nómada como Bachari cuidando de sus camellos o un militar como Said, o quizá un niño o una niña jugando en la puerta de su casa. Porque Bachari, Said y Mohamed, son tres entre 2,500 millones a los que una mina cambió su vida.

A la izquierda Lewa Larosse, director general del centro, a la derecha,
 Mohamed Salem Lachgar a quien explotó una mina en el año 2006



viernes, 20 de febrero de 2015

Infancia y educación en el Sáhara: caritas manchadas pero siempre sonrientes

El director de una de las escuelas primarias de la wilaya Aaiun con el grupo Miradas del Sáhara

A pesar de la falta de recursos, la población saharaui sigue dando pasos con excelentes resultados: la alfabetización y la escolarización rozan el 100%


escrito por Patricia PRESENCIO


 Todas las escuelas -o madrasas como allí les llaman- de las wilayas tienen un patio central que en medio hondea la bandera de la RASD (República Árabe Saharaui Democrática), en cuanto un cooperante pone un pie en tal patio ya recibirá el saludo de cualquier niño saharaui que bien va al baño, bien está en la hora de gimnasia o, a veces, incluso se asoma una clase entera a la puerta para darle la bienvenida. Un “Hola, ¿cómo estás?”, “¿De dónde eres?”, “¿Cómo te llamas?”, es su saludo básico (todo esto a un volumen de voz mayor al habitual) o preguntas más complicadas de aquellos niños que viajan los veranos a la península.

Patio de una de las madrasas de Primaria de la Wilaya Aaiun
 Después de ver el hospital el grupo de Miradas del Sahara fuimos a visitar una de las seis madrasas de la wilaya Aaiun, la escuela primaria donde cinco de nosotras íbamos a ayudar a las mañanas mientras las sanitarias lo hacían en los dispensarios y en el hospital. Allí nos recibieron muy bien, el director nos invitó a la sala de profesores, y después del tradicional ritual del té en un forzado castellano trató de explicarnos la realidad de construir un colegio de la nada; lo sacrificado de tirar hacia delante el carro de la enseñanza, en una situación en los que escasean los recursos; las dos caras de la escolarización y el orgullo de hacer desaparecer el analfabetismo.

Si la parte bonita de ayudar en los colegios son los niños y niñas, que te alegran cada mañana con esa sonrisa inocente, la parte amarga, como en el área de la sanidad, es la escasez de fondos, de recursos y de material. Los libros que utilizan, por ejemplo en la asignatura de castellano, provienen de las ayudas de la Universidad de Murcia que son quiénes han ideado ese libro -un pequeño cuadernillo llamado Leo Leo-, no disponen de biblioteca para que los niños lean. El profesor de castellano nos contó que este era uno de los mayores problemas, no podía leer libros a los niños y niñas, así que la mayor parte de trabajo que se realiza en el aula es puramente teórico sin incluir casi comunicación.

Otra anécdota que nos contó el director de la wilaya es que hasta el curso pasado a los niños y niñas que acudía a la madrasa se les daba un brick de leche y cuatro galletas, pero este curso se ha tenido que reducir la dieta a únicamente leche, por la falta de fondos. En cuanto a la enfermería de la escuela también es pobre en recursos, solo disponen de un botiquín de ayuda primaria y de gasas y vendas, y aún así, tampoco disponen de una persona especializada, ya sea enfermera o auxilixar.


Material de la enfermería de la escuela

Al otro lado de la moneda la alfabetización. Según un informe presentado por la RASD en el año 2010 casi se roza el 100% de la población alfabetizado. Este era uno de los grandes retos para la sociedad saharaui que cuando se quedaron en los campamentos hace más de 30 años ni si quiera tenían colegios, y tuvieron que empezar desde cero. La educación es la base en la que se sustenta la fortaleza de cualquier pueblo o país, y esto la sociedad saharaui lo conoce, por ello lo impulsa para que el niño o niña que termine la escuela secundaria pueda ir a la Universidad de Cuba, Argelia o Libia y una vez formadas volver al campamento para luchar por mejorar su contexto socio-cultural.


Los problemas inevitables de la escolarización

Ver a un niño o niña todas las mañanas sin acudir a la escuela es algo impensable en el Estado español, ante eso, llamadita a la Policía que sabemos que se presentarán en casa de la criatura y de una forma u otra acabarán llevando al pequeño o pequeña a la escuela. Nada parecido a lo que ocurre en los campamentos de Tindouf. A pesar de que la no escolarización de los y las niñas ha dejado de ser un lastre para la población saharaui, se siguen dando casos de este tipo.

La principal razón del absentismo escolar son aquellos niños y niñas que viven lejos y al no disponer de servicio de un autobús en la madrasa, les resulta prácticamente imposible ir andando hasta el colegio (estamos hablando de distancias de más de tres horas andando en medio de la zona más árida del desierto). La situación de la sanidad saharaui también tienen consecuencias en la escolarización de los y las niñas. Otra de las razones de absentismo son aquellos casos en los que los progenitores de las criaturillas están enfermos, por lo que los hijos e hijas se ven obligadas a trabajar para sacar adelante a su familia. Por último, están aquellos niños y niñas cuyas familias son nómadas.

Una niña de 2º curso en la clase de castellano
Para la sociedad saharaui, el ir a la escuela es una obligación moral, y esta forma de interpretar la educación se refleja de forma en las aulas. Por la experiencia de Miradas del Sáhara, ha sido difícil encontrar niños o niñas que no quisiesen aprender en clase, al menos en la asignatura de español. La mayoría de los niños y niñas van a la madrasa andando, por lo que sería fácil escabullirse de las clases, pero el director de la escuela nos explicó que eso rara vez ocurre, al menos en la Primaria, en la de Secundaria otro gallo cantaría.


Educación gratuita

Cualquier saharaui tienen la posibilidad de estudiar en la escuela sin hacer diferencia en razones sociales. Además del acceso a la educación en una de las madrasas de la wilaya, el gobierno del RASD también proporciona cuadernos, bolígrafos y todo el material necesario para el desarrollo de las clases. Estos recursos provienen en su gran mayoría de ayuda humanitaria, y, como cabe de esperar, no es suficiente. Dentro de las aulas aún hay niños y niñas compartiendo libros -al menos es narra la experiencia de Miradas del Sahara en las clases de castellano-.

La distribución de la clase es simple. La pizarra y mesa del profesor mirando al alumnado y dos o tres filas de pupitres de dos -en ocasiones se pueden ver tres, incluso cuatro, estudiantes en un pupitre-. Normalmente las filas de mesas de distinguen por género de niñas o de niños. La antigüedad y el uso que se le da al mobiliario de las aulas se puede ver en algunos bancos de los pupitres que al estar rotos se han tenido que sustituir por tablas.

Una de las clases de 2º curso con cuatro miembros de Miradas del Sahara

Clases abarrotadas

Hace tres meses las inundaciones azotaron los campamentos de refugiados inhabilitando algunas construcciones que al ser de adobe no están preparadas para aguantar estos fenómenos meteorológicos. Los niños y niñas de la madrasa de Primaria del Aaiun han sido unas de las muchas víctimas de esta tormenta.

Una de las clases destrozada por las inundaciones de hace tres meses

De 17 clases que había a principio de curso se han tenido que pasar a 14 ya que el fuerte temporal destrozó tres de ella, y aún, por la falta de fondos, no se ha podido dar paso a su reconstrucción. Lo que ha ocurrido es que una clase de 2º, otra de 3º y otra de 5º han desaparecido y los alumnos y alumnas se han tenido que mezclar con las otras dos clases que corresponden a su curso -hay tres aulas por curso-. En otras palabras, por si ya estaban poco llenas las clases, ahora están repletas.


Experiencia o titulación

Tener la licenciatura o grado en magisterio no es indispensable ni mucho menos necesario para trabajar en un colegio saharaui. En el caso de la madrasa en la que Miradas del Sahara colaboró, había una tutora por cada clase -la gran mayoría de ellas mujeres- y además de ello dos maestros de español, que al ser la segunda lengua del pueblo saharaui lo empiezan a aprender en las escuelas primarias desde el 2º curso.

Luali a la izquierda y Hanna a la derecha, los dos maestros de español
En el caso de esta madrasa había un profesor de castellano que llevaba más de diez años trabajando, por lo que su experiencia valía más que cualquier título universitario. El otro profesor tenía 17 años y a pesar de no tener ni experiencia ni titulación -solo había cursando hasta segundo de secundario y se había sacado un FP en informática, todo esto en la Península- conocía castellano suficiente como para formar a niños y a niñas en el idioma.






martes, 17 de febrero de 2015

El querer y no poder de la Sanidad Saharaui

No solo la falta de medicamentos, si no la escasez de personal formado y sobre todo actualizado son las tres deficiencias más visibles en el área sanitario.

Puerta de entrada al hospital del Aaiun
El sector que más problemas presenta en el sistema de los campamentos saharauis es todo lo relacionado a la Sanidad. El primer día, como toma de primer contacto la organización Miradas del Sahara acudió al hospital del Aaiun (la wilaya en la que se hospedaron durante toda su estancia). Según informó el director del Hospital del Aaiun, los medicamentos que más necesitan en el hospital son antibióticos, antipiréticos, analgésicos fuertes, protectores gástricos y pañales para niños.

La ausencia de actualización dentro de los conocimientos del personal se da en casos en los que reciben ciertos instrumentos que nunca han conocido. Para ello al menos dos veces al año suelen acudir organizaciones españolas para dar cursillos a los enfermeros, enfermeras y médicos sobre esas nuevas técnicas.

El dispensario de medicamentos del hospital del Aaiun

En este centro hay cinco médicos, y su trabajo se reparte en turnos, tres de ellos trabajan durante toda la semana mientras que los otros dos descansan con sus familias. Cuentan con dos ambulancias, una de ellas para evacuaciones al hospital central de los campamentos que está en Rabuni. A veces, cuando por salud no es recomendable que los pacientes salgan de sus casas, son los médicos los que acuden a ellos en sus propios coches. El área más concurrida en el hospital es la de rayos, que dispone de una máquina nueva. Según informó unos de los técnicos de rayos, normalmente se atienden a 25 personas por día.


El vacío de la fisioterapia

La construcción del hospital es de adobe, por lo que las fuertes lluvias que arrasaron hace tres meses los campamentos de Tindouf se llevaron por delante muchas áreas, como es el caso de la zona de fisioterapia de la wilaya. Por ello, actualmente, cada vez que alguien necesita ayuda de un fisioterapeuta y va al hospital del Aaiun le dirigen directamente al hospital de otra wilaya. Esto no sería complicado en el mundo occidental, pero sí lo es en los campamentos saharauis, ya que por la falta de medios de transporte de las propias familias muchos enfermos terminan por no acudir a las consultas de las otras wilayas a las que son redirigidos. En conclusión, en la actualidad prácticamente no son tratados por fisioterapeutas en la wilaya Aaiun.

Gracias a que en el equipo de Miradas del Sahara contaban con el fisioterapeuta, Humerto Rico, durante su estancia, el propio hospital ofreció un dispensario -algo parecido a un ambulatorio- para que allí Rico pudiese atender a todos aquellos enfermos que por sus circunstancias no se pueden transportar hasta otras wilayas. A pesar de las largas mañanas que Humberto estuvo tratando a los distintos pacientes, el tiempo era escaso por lo que también estaban aquellos que acudían a la casa en la que se hospedaba el grupo para ser tratados por el fisioterapeuta en su tiempo libre. La fisioterapia es un área con un vacío enorme dentro de la salud saharaui, se podría decir que se tratan de los profesionales más necesitados y escasos en los campamentos.

Humberto Rico tratando a un niño con un daño cerebralsin diagnosticar

Salud infantil

Según afirmó el director del hospital de la wilaya Aaiun los niños y niñas, generalmente, no van a consulta. Por ello, para intentar cambiar la mentalidad de sus padres y madres, se ha creado una comisión que va a las escuelas para dar charlas tanto a los progenitores como a los maestros y maestras de sensibilización. De esta forma intentan impulsar que los niños y niñas sean llevados al hospital cuando están enfermos, sobre todo al dentista. Lo que intentan es que de esta forma, los profesores puedan diagnosticar desde la escuela que un niño tiene cierta enfermedad y que así sea tratada en el hospital.

Estas charlas de sensibilización intentan hacer hincapié en la importancia de la dentadura, ya que el agua que se bebe en los campamento es rica en yodo y flúor, componentes que perjudican la dentadura. Lo que más se trata en el área de odontología son las caries, un 70%, también la minerilización del esmalte -por el agua anteriormente mencionada-. Según afirma el dentista del hospital existe una mala higiene bucal, ya que por mucho que las charlas hagan efecto en los niños y niñas cuando acuden a casa a lavarse los dientes rara vez disponen de pasta y cepillos de dientes.


Dentista mostrando los problemas dentales de una paciente


Del hogar al hospital

Este hospital tiene camas para tratar a 60 pacientes, aún así, en esta visita únicamente cuatro de ellas estaban ocupadas, hay que tener en cuenta, como informó el guía de la visita, que es la estación invernal y que durante el verano, como llegan temperaturas de 50 grados, es cuando más se requiere el hospedaje de los enfermos en el propio hospital.

Los pacientes que deciden quedarse en el hospital pueden traer a sus familias con ellos, ya que si no nadie querría quedarse en el centro por la sencilla razón de que la cultura saharaui es muy familiar y les resulta prácticamente imposible pensar en estar alejados de su hogar. Por eso mismo, a pesar de que en el hospital hay mantas suficientes para las 60 camas, son las propias familias las que deciden llevar las suyas, para así sentirse lo más cercanos al hogar.


Uno de los mayores problemas visibles para hospedarse en el hospital son las dietas. Hay una única comida para todos los pacientes, por lo que aquellos que padezcan, por ejemplo, diabetes o anemia, o bien alteran su dieta con la comida general que les ofrece el hospital o es su familia la encargada de hacerles un régimen especial.
 

Habitación individual

Especial apoyo del pueblo Navarro
El 90% del material sanitario recaudado en este hospital viene de la ayuda humanitaria, sobre todo proviene del pueblo español, no del Gobierno. El propio director del hospital quiso hacer hincapié en la gran diferencia que existe entre el Gobierno y el pueblo español, a los que están enormemente agradecidos. Sobre todo a Nafarroa, dado que el hospital del Aaiun está especialmente financiado por esta comunidad desde hace 21 años. Entre otras muchas cosas, Nafarroa es la que se encarga de los salarios de los trabajadores del hospital, actualmente de reconstruir todo lo destrozado por las inundaciones, de los motores generadores de electricidad que sirven para respirar...

jueves, 5 de febrero de 2015

El pequeńo Mohamed vuelve a casa

Mohamed Yahya, el pequeño saharaui de seis años que fue intervenido en agosto en Cruces, vuelve esta madrugada a los brazos de su familia


Mohamed es un pequeño saharaui que, además de tener síndrome de down, nació con una enfermedad que afecta al corazón llamada tetralogía de Fallot. A finales del pasado junio, Mohamed, con tan solo seis años, se despidió de su familia para realizar un viaje de más de 2000 kilómetros hasta Bizkaia para participar en un campamento de verano para niños y niñas descapacitadas en Izurtza y para ser operado de la dolencia que le afecta desde que nació. Más de seis meses han pasado desde entonces, y mañana, por fin, el pequeño podrá abrazar a sus padres y familiares.


La llamada tetralogía de Fallot no es una enfermedad muy conocida para aquellos poco relacionados con el mundo sanitario. Entre otros síntomas, el que más afectaba a Mohamed era la dificultad para respirar que no le permitía ni “dar diez pasos seguidos sin tener que pararse para coger aire”, según afirman los responsables de la organización Río de Oro.


En agosto de 2014 comenzó la odisea del fuerte Mohamed entre los quirófanos del Hospital de Cruces. El niño tuvo que ser intervenido en tres ocasiones, debatiéndose entre la vida y la muerte, pero finalmente Mohamed cogió fuerza, superó la fase crítica y logró recuperarse. El pequeño saharaui recibió a finales de octubre el alta en Cruces.


Los posteriores meses de recuperación Mohamed los ha pasado entre más críos saharauis que residen en un centro de cuidados ubicado en Ermua. Más de medio año ha estado Mohamed alejado de su familia, seis meses que habrá sido, probablemente, los más difíciles de su corta vida. Un niño de tan solo seis años, sin el apoyo, los cuidados y el amor de su madre y su padre. Pero al fin, mañana de madrugada, la familia Yahya podrá abrazar, ver y tocar al pequeño Mohamed, que está más fuerte y sano que nunca.


El caso de Mohamed es uno de entre tantos niños y niñas saharauis que sufren muchas otras enfermedades que no se pueden intervenir en su lugar de residencia. El hecho de que cualquier niño o niña carezca de una sanidad de calidad hace que las oportunidades para ser intervenidas se reduzcan a un porcentaje muy pequeño. Si la injusta situación en la que se vive en el Sahara hubiese sido solventada, Mohamed podría haber sido intervenido sin ningún problema a los seis meses, evitado así al pequeño y a su familia años de sufrimiento. Y evitando el dolor que afecta a otras tantas familias que no tienen la misma suerte que Mohamed.